viernes, 19 de julio de 2013

La annoying thing por los campos de Cuba

Hace pocos días viví una experiencia interesante: recorrí los 60 km que separan el pueblo de mis abuelos de mi ciudad de Matanzas en una motocicleta. Esto no quiere decir que no haya montado una antes, simplemente no había recorrido esa distancia.
Siempre con la amenaza de un aguacero tropical y cubanísimo (puede llover cuando menos te lo esperas, puede durar un segundo o una vida, además ser un pequeño chubasco o una tormenta eléctrica de grandes proporciones) traté de relajarme y disfrutar el paisaje.
Reconozco que fue muy divertido. Mientras intentaba mantener el equilibrio, el casco siempre se inclinaba a un lado pero eso no impedía que me extasiara mirando los campos mojados, el olor a lluvia y tierra húmeda cosquilleando en mi nariz.
Yo no contaba con ese viaje, fue una sorpresa, de ahí que no estuviera preparada para el asunto: mi pantalón blanco terminó mutando en una prenda manchada que sería la envidia de Cruella Devil.

Otro punto de interés fue la propia carretera, sinuosa, con infinidad de curvas, vaivenes, charcos y elevaciones: toda una pista de motocross. Por momentos salía el sol y cerraba los ojos para absorber los rayos balsámicos de las 4 de la tarde. De más está decir que aún conservo las líneas de las mangas de mi blusa en mis brazos.
Debo confesar que cuando llegué a mi casa las piernas me temblaban...Para el próximo viaje regreso en automóvil porque aunque la posición de sentada en la moto puede ser eró...ejem, divertida, acomodarse en el asiento trasero del auto (el asiento del protocolo, como lo llamo yo) te da la sensación de estar más pegada a la tierra.
 

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